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Ilustración: Henn Kim |
Recuerdo bien aquel día, era temprano e iniciaban las presentaciones de avances de investigación en los proyectos terminales que se realizan el último año de la carrera de psicología en la UAM Xochimilco, cursábamos el onceavo trimestre y la apertura de ese ciclo de presentaciones iniciaba con varios proyectos, de los cuales recuerdo únicamente dos, uno que tenía que ver con temáticas LGBTTIQ+ y el otro que versaba sobre la prevención del suicidio, el porqué recuerdo este último en especial es porque fui yo quien abrió la ronda de preguntas con una duda existencial: ¿Por qué tendríamos que prevenir el suicidio?
Me acuerdo mucho del nerviosismo de mis compañeras, los cuchicheos en el auditorio y las caras de sorpresa de mis entrañables docentes, para ser honesta no pretendía esas reacciones, legítimamente pensaba que el suicidio era una alternativa ante el sufrimiento que se vive día con día, y me preguntaba si ellas habían encontrado algo verdaderamente trascendental para investir de sentido la existencia del suicida, pensaba que tal vez habían encontrado otra manera de pensar la realidad. No recuerdo si para entonces ya había muerto Conejo, un amigo del que después hablaré y que cambió el curso de mi investigación, pero en aquel entonces el suicidio no me parecía absurdo, pero lo odiaba porque yo no podría atreverme a transitar por tal camino.
Escribo esto porque hoy, mientras sentía el peso de la realidad y la melancolía que me produce seguir en esta terrible experiencia a la que llaman vida, me puse a buscar en la red sobre alternativas al suicidio, yo actualmente estoy convencida de que suicidarse es ridículo considerando que la única certeza es la muerte, entonces, ¿por qué tendríamos que renunciar a ella?, buscaba porque pensaba en la gente que se suicida, ante la sensación de no poder seguir, ¿qué alternativas podrían existir?, eso fue lo que busqué, para encontrarme con pura basura... había columnas muy útiles para entender lo que llaman autoestima y cuando digo que son útiles es porque todo aquello que "sirve", me parece tan palurdo que regreso al supuesto deseo de morir, estoy totalmente desencontrada con esas palabras alentadoras que buscan que no mueras porque podrías hacer girar la interminable rueda de la producción. Mientras navegaba buscando la posibilidad de alejarme de todo en búsqueda de ese refugio imaginario, me di cuenta de que si acaso un suicida buscó alternativas, en Internet encuentra con palabrerías vacías que no llegan a construir algo más complejo que te convenza de buscar sentido a los días que restan, en ese punto la decisión no me parece entonces tan errada.
He pensado mucho en la gente sin lugar y a partir de ello un sentimiento enorme de melancolía me invade porque cada vez me siento más cercana a una terrible inmovilidad que me paraliza el corazón y que me retaca de lágrimas la garganta, porque si bien es cierto que no se necesita ser experto para mirar que alguien sufre, yo he decidido tratar de navegar con una sonrisa y mostrando el rostro más ecuánime que puedo, pero lo cierto es que cada vez puedo menos con el peso de esa máscara, que todo el tiempo me provoca una terrible ansiedad y culpa cuando miro el compromiso que le ponen a las cosas personas que no se rinden, que son necias y que parecen locos, locos porque siguen a pesar de todo y con el pesar que produce la realidad, creo que su ideología les pesa mucho más, generando una especie de contrapeso que les mantiene de pie.
Mientras leía los absurdos consejos de las supuestas páginas de ayuda veía un artículo que se titulaba: 10 cosas que los padres pueden hacer para prevenir el suicidio en adolescentes, debo decir que veía con asombro que coincido solamente en una cosa, para prevenir el suicidio se necesita trabajar en la construcción del vínculo, lastimosamente no es tarea sencilla, sobre todo, considerando que la mayoría de las cosas se rigen a partir de intereses individuales, entonces, ¿quién podría generar la suficiente disponibilidad como para entender al otro sin juzgarle y herirle con palurdas opiniones?, mi respuesta es: yo no he conocido a nadie con esa disposición real y lo suficientemente extensa como para sostener los quebrantos del alma de quien se encuentra en el sin sentido o con el terrible sufrimiento que se suscita como síntoma de una sociedad que produce las enfermedades que pretende curar con dinero.
Pienso en el melodrama que me resulta mi realidad y lo analizo con detenimiento, dándome cuenta del fastidio que me provoca mirar tantas pobrezas del alma y como al relacionarme con ellas me canso del absurdo de sus acciones, de la inoperabilidad de las estructuras en las que debería poder confiar para generar equipo de trabajo, en la corta visión de las instituciones cuando hablan de lo comunitario. Me canso de no entender los procesos de la gente que se limita a lo que le dictan laboralmente, sin darse cuenta que muchas veces los espacios en los que nos encontramos nos ofrecen un abanico de posibilidades al que le somos ingratos, dejando de lado la posibilidad de involucrarnos verdaderamente con la trascendencia de las circunstancias.
Me siento muy triste, porque justo ahora pareciera que este nudo en el que estoy, se involucra con cosas tan superfluas que no creí que fueran tan relevantes estructuralmente hablando, desearía romper con la normalidad que me ha construido, es decir, quisiera poder prescindir de las cosas mundanas a las que estoy tan apegada para poder seguir en lo que verdaderamente me importa. Supongo que de a poco he podido romper con algunas de ellas, pero en un ejercicio egoísta, quizás por la terrible sensación de soledad que me alberga volteo a mirar el repudio que me generan los fantasmas de quienes han declinado de seguir sumando esfuerzos colectivos a partir de búsquedas tan palurdas como el dinero.... quizás lo digo desde algunos privilegios, pero también, desde una realidad azarosa, en donde el dinero nunca ha sido mi objetivo, la mayoría de veces, ha sido consecuencia no deseada.
Quisiera poder terminar esta entrada aquí, aunque se que aún quisiera escribir algunos apuntes más sobre el suicidio, pero, por ahora tengo que volver a cargar mi máscara, sin embargo escribir, siempre me viene bien para darle otro espacio a esas cargas cotidianas.